Desde que abrió la puerta con ese uniforme provocador, supe que esa noche sería mía. Cada movimiento suyo era delicado, suave, casi inocente… pero su mirada decía que quería más. Se arrodillaba a mis pies, dispuesta a servirme, obediente, dócil. Su actitud de sirvienta sumisa encendía toda la cama . Se dejaba guiar, se dejaba usar, se dejaba dominar sin oponerse.

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