Ese día la rutina fue <b>pecho</b>. Entre sudor, miradas y las correcciones de siempre del coach, ya se sentía que algo iba a pasar. Cada vez que se agachaba frente a nosotros, el suspensorio se marcaba bajo el short… como si <b>ya supiera a lo que venía</b>.<br><br>Al terminar, en vez de despedirnos como siempre, lo convencimos de ir a la casa en su hora libre… Apenas entramos, lo aventamos directo a la cama. Entre risas nerviosas y miradas calientes, se bajó el short, y ahí estaba: el <b>suspensorio</b> que ya tenía listo para nosotros. Angel y yo nos miramos y pensamos lo mismo: este cabrón venía preparado desde el gym.<br><br>Lo abrimos de piernas, ese <b>culote redondo expuesto</b>, y apenas lo tocamos soltó un gem1d0 rico, como pidiendo verga y nalgadas sin pena. Yo lo agarré de las patas, Ángel se colocó detrás y le metió la primera embestida. El sonido de carne contra carne reventó en el cuarto.<br><br>Nos lo fuimos <b>rolando</b>, cambiando posiciones:<br> • primero boca abajo

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